CaminosUPM, donde la ingeniería cruza fronteras y transforma vidas

CaminosUPM, donde la ingeniería cruza fronteras y transforma vidas

El compromiso con la cooperación al desarrollo es una de las líneas estratégicas más importantes de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Una prueba muy concreta son los proyectos en los que CaminosUPM viene trabajando desde hace años en África, América Latina y Asia. «En la entrada de la Escuela hay un panel de madera con un mapa y chinchetas en todos los sitios donde hemos colaborado con diferentes proyectos. Y las chinchetas son muchísimas. Verlo da una buena idea de todo lo que hemos hecho», dice el docente e investigador Vicente Alcaraz.

«Hay dos grandes ejes para que los países se desarrollen: la agricultura y las infraestructuras -sostiene Alcaraz-. Y obviamente es clave la educación, que es transversal a esos ejes. La Escuela de Caminos de la UPM se dedica al mundo de las infraestructuras y tiene las herramientas como para cooperar al desarrollo, que ya es una tradición para nosotros. El año pasado, de hecho, nos otorgaron dos premios importantes por esa labor».

En general, los proyectos de infraestructura en países en vías de desarrollo que son más ambiciosos (una gran presa en Afganistán, una carretera en Bolivia, por citar dos casos al azar) cuentan con financiamiento de organizaciones como el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo. Pero los que tienen dimensiones más pequeñas tienen más problemas para conseguir recursos. «Los proyectos de cien mil euros, o incluso de medio millón, están fuera del radar de este tipo de instituciones, que no van al menudeo. Tiene lógica: no darían abasto para atender tantos casos, por eso se enfocan en los de mayor volumen».

Justamente ahí es donde la UPM viene jugando un papel muy importante, enviando a países que los necesitan equipos de estudiantes que colaboran en proyectos de infraestructura de menor volumen. «En lugar de que los alumnos hagan su trabajo de fin de máster o de fin de grado en torno a proyectos hipotéticos -las contrucción de una carretera en Madrid o de un tramo de línea de alta velocidad-, les permitimos que sobre una necesidad que ha sido identificada por una ONG que está sobre el terreno en un país africano, por ejemplo», explica Alcaraz.

«Supongamos que hace falta en uno de esos países un sistema de abastecimiento de agua -prosigue-. Entonces llegamos y analizamos la situación. Nuestros alumnos están sobre el terreno. Y su trabajo de titulación consiste en hacer la ingeniería de ese proyecto, bajo la supervisión de un profesor de la UPM.

Donamos ese trabajo a la ONG en cuestión, y a partir de ahí es más fácil conseguir financiación porque ya tienen toda la parte de ingeniería resuelta. Además, con un proyecto realizado por alumnos y profesores de la UPM es mucho más fácil conseguir donantes. El prestigio de la universidad es un aval importante. No nos involucramos en todos los proyectos que nos envían las ONG, sólo abordamos los que tienen un componente constructivo y una complejidad técnica suficiente como para que les sirva como formación a nuestros alumnos, pero es una línea muy importante de cooperación para nosotros».

Una parte de los costes del envío de alumnos y profesores de la UPM al continente africano se financia con programas Erasmus, concebidos por la Comisión Europea para promover la movilidad académica para fomentar el intercambio cultural, lingüístico y deportivo.

Otra línea importante para la Escuela es la colaboración con otras escuelas de ingeniería que tienen necesidades concretas y escasez de recursos para paliarlas. «En CaminosUPM sabemos de ingeniería civil y sabemos enseñar -sintetiza Alcaraz-. Hay muchas escuelas y universidades africanas que han empezado hace poco o están en sitios donde no hay muchos medios para trabajar bien. Entonces colaboramos con recursos humanos y tecnológicos para ayudarles a mejorar».

Una de las colaboraciones más consolidadas es la que la UPM mantiene con la Universidad Lago Alberto (UNILAC) de la República Democrática del Congo. «Tenemos una relación muy estrecha hace unos cuantos años con esta universidad, que está en Mahagi, una región muy alejada de Kinshasa, la capital del país. Allí no van turistas, es el África profunda. Es una universidad que depende del obispado católico de Mahagi».

La Escuela trabaja hoy en un proyecto impulsado inicialmente por la Fundación TYPSA, registrada como Organización no Gubernamental para el Desarrollo (ONGD) en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). «Ellos ponen el hardware -los edificios, la parte más concreta o dura, digamos- y nosotros la parte de software, todo aquello que hace falta para mejorar planes de estudio o laboratorios. Es un proyecto en el que estamos muy enfocados y que va fenomenal», revela Alcaraz.

Parte importante de esta colaboración son las residencias en la UPM de alumnos de la UNILAC. «Tenemos programas de formación ad hoc para ellos -detalla Alcaraz-. Vienen tres meses y les diseñamos un programa específico. Van rotando por laboratorios para formarse en distintas disciplinas: dos semanas en topografía, dos en geología, otras dos en geotecnia… Requiere de mucha dedicación de los profesores de la UPM, pero estamos muy comprometidos con esta tarea».

Ahora la UPM acaba de solicitar sumarse a un programa de la Unión Europea titulado Capacity Building. Se trata de una convocatoria pública de la UE para trabajar con universidades africanas y la propuesta es colaborar con cuatro universidades, dos en el Congo y dos en Burundi, en sociedad con la Universidad de Oporto y con un organismo especialista en acreditación de la calidad en enseñanzas técnicas, el European Network for Accreditation of Engineering Education (ENAEE).

«Este programa está muy bien estructurado, cuenta con buena financiación, es para nosotros un salto cualitativo -afirma Alcaraz-. Y lo es porque también aporta mucho a la UPM. El hecho de tener que repensar de cero cómo ver las capacidades en un programa de ingeniería, de participar en este tipo de actividades, es muy formativo a nivel de alumnos, que se involucran en proyectos básicos y trabajan temas técnicos pero con medios más rudimentarios, adaptándose a realidades más complejas. Para ellos y para nosotros, los profesores, es una gran experiencia, un gran aprendizaje».

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