Ingenieros sociales: liderando desde el binomio tecnología-persona

Ingenieros sociales: liderando desde el binomio tecnología-persona

Un ingeniero competente no solo debe contar con los conocimientos técnicos necesarios para desarrollar su carrera con solvencia, sino también con una serie de competencias transversales que le permitan integrarse eficazmente en equipos de trabajo y potenciar al máximo sus virtudes. Estas habilidades—que abarcan aspectos individuales, interpersonales y de gestión—están estrechamente vinculadas a la gobernanza de las organizaciones, tanto públicas como privadas. Sin embargo, en el día a día no siempre se les da el mismo énfasis que al bagaje técnico, lo que plantea un reto importante para la formación integral del profesional.

Y es ese aspecto justamente en el que pone el foco el Centro de Liderazgo y Tecnología (CLyT)  de la Universidad Politécnica de Madrid, destinado a complementar el expediente de los estudiantes con habilidades transversales para facilitar su entrada en el mundo profesional e impulsar su desarrollo personal.

El profesor e investigador Rafael Molina Sánchez, al que se le conoce como Fali Molina, ha sido subdirector del CLyT desde su fundación. Recientemente ha sido nombrado como director por el nuevo rector de la UPM, D. Oscar García . Desde su creación, el CLyT ha llegado a más de 1.000 miembros de la comunidad universitaria, entre alumnos, Personal Técnico, de Gestión y de Administración y Servicios (PTGAS) , Personal Docente e Investigador (PDI)  y gestores. Esto lo ha logrado mediante sus programas de formación y talleres, sus actividades de divulgación o mediante el acompañamiento a equipos de dirección y gestión de la UPM.

Los talleres del CLyT incluyen formación en autoliderazgo, liderazgo de equipo, trabajo en la era digital y gestión de compromiso, el tiempo y los conflictos, entre otros campos de desarrollo. “La demanda formativa se va construyendo bajo el paraguas de un plan-dice él-. Hay que crear la cultura de las competencias transversales y los programas que las desarrollan. Hay que prototipar, hay que escuchar qué resuena, qué hace bien en nuestros colectivos universitarios. Hay que buscar una red de colaboradores. No es sencillo, pero en seis años de trabajo con el equipo del CLyT hemos llegado a todos esos alumnos y a centenares de profesores y equipos de gestión. Hoy estudian en la UPM unos 40.000 alumnos. El objetivo es llegar al menos a la mitad de ellos de un modo u otro. Es importante entender que somos ingenieros sociales, como dice mi amigo Carlos Polimón. La técnica sola no transforma a la sociedad. Lo que de verdad la transforma es un equilibrio entre las competencias personales y las técnicas”. 

Ingeniero de C.C y Puertos graduado en la Universidad de Granada, Fali Molina llegó a Madrid años después de terminar la carrera para hacer un curso de gestión de transporte marítimo coordinado por su mentor y maestro, Pascual Pery. Hoy es docente de la UPM en el área de Explotación y Gestión Portuaria en el Departamento de Ingeniería del transporte, territorio y urbanismo. 

Doctor en Explotación Portuaria de la UPM y Coach certificado, Molina se define como un “apasionado del trabajo en equipo” y asegura que muchos de los grandes proyectos de desarrollo de infraestructura en los que colaborado han fracasado por falta de competencias interpersonales. “No es que haya faltado conocimiento, pero hubo cierta incapacidad para colaborar, para escuchar, para negociar conflictos, para comunicarse, para gestionar emocionalmente esos proyectos”, remarca. 

“Cuando hablamos de liderazgo, hablamos de saber acompañar -agrega Molina-. Me refiero a saber acompañar a la gente de un estado actual a uno deseado. La idea de Óscar García Suárez, rector de la UPM, y de José Miguel Atienza, director de la Escuela de Caminos, es tratar de fomentar una universidad que sea capaz de complementar las grandes competencias técnicas que se ofrecen con otras de otro orden. Las empresas y la sociedad lo están demandando. Nos piden que sepamos hablar, que sepamos soñar juntos, que podamos encontrar una manera de colaborar y de gestionar nuestro tiempo juntos, que desarrollemos capacidad de autoliderazgo y compartamos con los demás objetivos que nos unan”. 

Esa tarea es especialmente importante para los ingenieros, cuya memoria vital tiene sus particularidades específicas. “Cada colectivo tiene una estructura interna, una manera de pensar, de relacionarse -explica Molina-. Los ingenieros españoles vienen de una cosmovisión jerárquica, militar. La jerarquía está muy presente en la organización, en los procesos. La disciplina y la jerarquía son muy importantes. Pero ahora estamos empezando a aprender a colaborar con los otros. La sociedad nos está invitando a trabajar de una manera más horizontal, más autoorganizada, más adaptativa. En vez de atender únicamente a los retos sectoriales tenemos que atender también a los retos globales. Y eso requiere de colaboración interdisciplinaria y de competencias que no se trabajan de manera específica dentro de nuestras carreras técnicas”. 

La carrera de ingeniería exige un proceso de gran maduración técnica en un plazo muy corto que requiere de un esfuerzo muy importante del estudiante. Esa exigencia implica que el arranque de esa etapa esté muy orientado al yo. “Superan las pruebas que se les presentan y al final tienen la recompensa del título”, sintetiza Molina. “En el Centro de Liderazgo y Tecnología, en cambio, pensamos que el de la universidad debe ser un proceso de aprendizaje experiencial basado también en el nosotros, en el que se van ganando competencias transversales”, añade. 

“Hay que aprender a comunicarse y a dominar las técnicas de trabajo en grupo de una manera consciente. Hace veinte años no teníamos ni los modelos ni las herramientas ni las capacidades académicas para poder hacerlo, pero hoy ya existen y hay que incorporarlas. Los ingenieros deben saber cómo gestionar y relacionarse con el entorno en el que trabajan. Y esas son competencias que necesitan un espacio de formación explícito, y el CLyT aspira a serlo en el ecosistema UPM y fuera de él . Es necesario entender que el paso por la universidad es una experiencia vital, transformadora desde un punto de vista tanto intelectual como emocional”. 

La idea es que los futuros ingenieros puedan ganar a través de estos programas de liderazgo esas competencias interpersonales e intrapersonales tan necesarias para sí mismos y para su actividad profesional. “Los profesores también tienen un papel referencial en la formación en estas competencias claves. Es importante que durante la carrera de un profesor se le ayude a identificar sus puntos de mejora y se les facilite un itinerario de formación permanente. El ejemplo de los profesores inspirará a los alumnos”, argumenta Molina. “Un profesor de la universidad llega a ese puesto por sus méritos como investigador, pero la capacidad que tiene para relacionarse con las otras personas no forma parte de los criterios de evaluación, a pesar de ser un aspecto clave para tener en cuenta -señala-. En Europa este enfoque no está extendido, aunque sí presente en algunos países. En otros modelos educativos (Estados Unidos y Canadá, por ejemplo), el aprendizaje experiencial tiene una historia muy dilatada. En las fases tempranas de la educación se le da menos peso al contenido que el proceso de aprendizaje experiencial. El contenido va incorporándose a medida que llegan a fases más maduras de la formación (máster, doctorado), pero las etapas iniciales se centran en que haya mucha comunicación, capacidad expositiva, facilidad para el trabajo en grupo. Creo que, en definitiva, el gran reto de nuestro trabajo en el Centro de Liderazgo y Tecnología es formar y desarrollar habilidades en nuestra comunidad universitaria para que puedan acompañar, guiar, motivar e inspirar a sí mismos y a aquellos con quienes colaboran”.

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