Francisco Javier Rojo Pérez, nuevo director del Centro de Tecnología Biomédica ( CTB )
Desde 2008, el Centro de Tecnología Biomédica (CTB) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) viene apostando por la investigación, el desarrollo y la innovación en el campo de la tecnología biomédica. Muchos de los avances que se han dado en este campo en los últimos años están relacionados con este proyecto cuyo objetivo es fomentar la colaboración entre investigadores de diferentes áreas de la bioingeniería y la biomedicina para crear soluciones tecnológicas que ayuden a mejorar la salud y la calidad de vida de las personas.
Desde mediados de marzo, el CTB tiene un nuevo director, Francisco Javier Rojo Pérez, catedrático e investigador de la UPM que se postuló para reemplazar a Gustavo Guinea y fue elegido para el puesto. De 47 años, Francisco Rojo se graduó en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos pero su carrera profesional fue tomando otros rumbos: «De hecho, no tiene mucho que ver con lo que estoy haciendo hace años -dice-, pero cuando hice la titulación en Ingeniería de Materiales me fui especializando en biomateriales, como la seda de araña y de gusano, y así me acerqué a la biomedicina».
Los investigadores del CTB participan en la docencia universitaria de los grados y másteres en Ingeniería Biomédica, Ingeniería de Materiales y Biotecnología de la UPM, donde los alumnos tienen la oportunidad de entrar en contacto con la investigación de primera línea y hacer el doctorado en los propios laboratorios de la universidad.
«El CTB aglutina a la mayor parte de los investigadores de la UPM que trabajamos, algunos hace ya más de veinte años, en temas relacionados con biomedicina, con la aplicación de la ingeniería en la resolución de diversos problemas médicos», explica Rojo. «Se creó con una idea muy clara: la UPM es una universidad de ingenieros, y la biomedicina es una disciplina muy transversal que requiere del conocimiento y la experiencia de biólogos, médicos y también ingenieros«.
El CTB tiene varios laboratorios mixtos en colaboración con instituciones como la Universidad Rey Juan Carlos, el Instituto Cajal/Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Hospital Universitario de Getafe. «Hoy tenemos en funcionamiento trece laboratorios dedicados a diferentes disciplinas de la ingeniería biomédica. Mi función primordial es resolver los problemas y las necesidades de los investigadores que trabajan allí. Y estimular a los laboratorios para que todos trabajemos lo más unidos que nos sea posible en un campo que es realmente muy amplio».
El CTB tiene ya una larga experiencia en la transferencia de tecnología a empresas y otros organismos públicos y privados. Trabaja en estrecha colaboración con todos los grandes hospitales de la Comunidad de Madrid y en la pandemia del covid-19 desarrolló un kit de detección del virus en saliva combinado con marcadores de pronóstico de la enfermedad. También cuenta con cerca de tres decenas de patentes registradas. Y algunas hasta han promovido la aparición de empresas: es el caso de Silk Biomed, dedicada a ofrecer soluciones terapéuticas a personas con lesiones graves y enfermedades neurodegenerativas.
Los proyectos en los que trabaja están relacionados con la neurotecnología, la bioingeniería y las tecnologías para la salud y la sociedad: estudios del cerebro para entender su organización funcional y para el diagnóstico de pacientes con enfermedades neurológicas, fabricación de tejidos artificiales vascularizados, terapias para destrucción de células tumorales mediante el uso de nanopartículas o aplicación de inteligencia artificial para tratamientos personalizados.
Todo un campo de investigación vinculado a la biomedicina, que viene progresando desde mediados del siglo pasado en la exploración científica de problemas médicos. A partir del Proceso de Bolonia, un acuerdo que en 1999 firmaron los ministros de Educación de muchos países europeos, se inició un plan de convergencia destinado a facilitar el intercambio de titulados y a adaptar el contenido de los estudios universitarios a las demandas del mercado. «Antes de ese acuerdo no había un grado de ingeniería biomédica -explica Rojo-. Existía un máster de especialización, pero las funciones del ingeniero biomédico eran suplidas por ingenieros industriales, de telecomunicación o físicos. Era un enfoque más generalista. La titulación específica cambió las cosas, porque ahora sí que hay un título específico»
Hoy la biomedicina está presente en todo el sistema de salud. «En todos los grandes equipos que se utilizan para analizar imágenes, por ejemplo. Son desarrollos en los que la ingeniería, los algoritmos y la inteligencia artificial cumplen un rol decisivo», señala el nuevo director del CTB.
Uno de los laboratorios que están bajo la órbita de este centro de investigación cuya sede funciona en Pozuelo de Alarcón está desarrollando ahora mismo un sistema capaz de analizar moléculas en pequeñas cantidades de fluidos. «Hablamos de microlitros, lo que puede haber en una lágrima de un ojo seco», aclara Rojo. «En lugar de tener que enviar las muestras a un gran hospital o un laboratorio centralizado y esperar dos semanas para el resultado de los análisis, un médico de atención primaria lo puede hacer en su consulta, lo que redunda en reducción de tiempos y de costes».